viernes, 26 de marzo de 2021

Carta abierta a mis amigos muertos đź’€



Un dĂ­a como miles, despertar

Pasarse por los ojos las manos

Rascarse por debajo del pijama

Del camarote levantarse

Un pie, luego el otro pie.


Buenos días Papá

Vibra el telĂ©fono,  no está ella.


19 años, un ajuste de cuentas

Las malas juntas no irán al funeral.

De miles de días ese será uno por recordar.


Otro dĂ­a cualquiera, una balacera

Esconderse bajo una buseta y escuchar un disparo.

Ver un disparo

La savia abandona un algo para esparcirse por el pasto.

16 años, la deuda era de más de un palo.



Y como racimos de quimeras

CĂłmo racimos de alambre de pĂşas y navajas.

Sostengo los dĂ­as 1 que se hicieron 2 y se convirtieron en cataras, nubes blancas que me atrofian la visiĂłn.


Atrofias mentales que se oxidan entre engranajes pensadores, que se gastan en letras y canciones, escarbando las razones de porque de todos no he sido yo.


Cómo polillas soñadoras chocando contra el bombillo.

Van callendo uno a uno

Van callendo prematuramente mis amigos

Se van sin hijos, sin nietos, sin olor a naftalina

Sin Alzheimer pellizcandoles la memoria.

CĂłmo cuentos mal narrados con un apresurado y destiempado fin.


Que querrá el de mí?

Porque no me deja ir?

Que tengo que ver, escuchar o ser?

Cuál es la razón para que no me vaya?


Eso solo lo sabrá Dios.

O tal vez para que la muerte se inhiba y no nos ponga encima un dedo, la espante el hecho de que le perdimos el miedo.


Aún muerte, no me toqués el hombro con tu dedo.

Que aún tengo cosas que hacer, luego para morirme sacaré el tiempo.





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