El corazón de la urbe late fuerte,
Entre luces que titilan al caer la noche,
Cada calle canta su propia historia
Cada alma cautiva a su propia suerte
Los edificios rozan el cielo con desprecio,
Testigos mudos de historias rotas
La ciudad reza, pero nunca se persigna
En su eterno bullicio, un reino de costra
El asfalto susurra bajo miles de pisadas
Un río de vidas que sin parar fluye
Se pintan en el cableado fútiles luces
En este teatro de sombras que se agitan,
Cada rostro lleva una máscara de olvido,
Un escenario en que la trama se repite
Un ciclo sin fin
Un laberinto perdido
En la penumbra de las calles sin nombre
Surge la esperanza como un faro que guía
Un suspiro de luz en la oscuridad sombría
Un sueño persistente que el corazón esconde.
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