No quiero a hablar de los huecos de las calles, sino de sus vacíos.
Lo que pasan por las aceras con pesos de cartón las espaldas, con ojo muerto, manos callosas que no encuentran la proximidad de otra palma.
No quiero hablar de los pilares ni de lo que sostienen, sino de las espaldas rotas que se abren contra la tela y el alquitrán del suelo.
Los espectros de trapos manchados y alambrina en el rostro a los que nadie les ha contado que en ellos cabria un dios.
Mañana es Navidad para los que pueden recibir a un niño de cerámica, cuando en el centro de una mujer sin hogar duerme el Emmanuel.
A como habita en todos, por en el hoy mas en él que en cualquiera de nosotros.
Porque mañana es navidad y su madre aún no encuentra una posada dónde nazca el niño.
Los portales siempre me han aterrado, el cobijo del niño Dios de cerámica pudo ser el de un niño de carne que duerme hoy en alguna caja.