miércoles, 27 de septiembre de 2023

Poema Cualquiera.

 La pena es una nube negra e invisible que humedece el alma de los hombres.

Un hombre que  le pesa hasta su sombra, los años que se gastan y no pasan

Sus ojos como dos pozos de angustia, se clavan en la cima de altas pendientes, donde los sueños se congelan y se palpa tan solo la fría congoja.

Campaneando su transito, un sonido como de espanto bajo el azote de un sol de mediodía

Su joroba como testigo de su fortuna desgraciada, con una boca disuelta donde a sus lados no se cuelga ya una fresca mueca que quiera imitar una sonrisa.

La pena es una carretilla helada e inclemente que humedece los ojos de este hombre atribulado

Su creencia apenas perceptible se pierde en el sonido de campanas, y piensa para si que sería bueno un gusto en su seca boca ajada, un descanso de toda la presión escarchada que guarda su garganta

Piensa para si un nuevo sabor para la angustia.

Pero todos sabemos que la pena es amarga y fría

Que huele a ropa apolillada, a medias viejas y a zapatos rotos, años gastados con la espalda curva y adolorida.

Que se ve como una roca, o una carretilla arrastrada hacia la cima alta donde nuestra esperanza no sube ni subirá

La pena es una carretilla helada e inclemente que humedece los ojos de este hombre atribulado, cargado de buenos anhelos, sin poderse poner ninguno en el paladar y su lengua.

La pena es un frío amargo que si no muere nos mata.

La Pena lo mató, su alma apenas perceptible se escurre entre el sonido de campanas lejanas.

Tintinear.

 La pena es una nube negra e invisible que humedece el alma de los hombres.

Un hombre que  le pesa hasta su sombra, los años que se gastan y no pasan

Sus ojos como dos pozos de angustia, se clavan en la cima de altas pendientes, donde los sueños se congelan y se palpa tan solo la fría congoja.

Campaneando su transito, un sonido como de espanto bajo el azote de un sol de mediodía

Su joroba como testigo de su fortuna desgraciada, con una boca disuelta donde a sus lados no se cuelga ya una fresca mueca que quiera imitar una sonrisa.

La pena es una carretilla helada e inclemente que humedece los ojos de este hombre atribulado

Su creencia apenas perceptible se pierde en el sonido de campanas, y piensa para si que sería bueno un gusto en su seca boca ajada, un descanso de toda la presión escarchada que guarda su garganta

Piensa para si un nuevo sabor para la angustia.

Pero todos sabemos que la pena es amarga y fría

Que huele a ropa apolillada, a medias viejas y a zapatos rotos, años gastado con la espalda curva y adolorida.

Que se ve como una roca, o una carretilla arrastrada hacia la cima alta donde nuestra esperanza no sube ni subirá

La pena es una carretilla helada e inclemente que humedece los ojos de este hombre atribulado, cargado de buenos anhelos, sin poderse poner ninguno en el paladar y su lengua.

La pena es un frío amargo que si no muere nos mata.

La Pena lo mató, su alma apenas perceptible se escurre entre el sonido de campanas lejanas.