Me costó cien y más días para aceptar que te quería, que soñaba con que vinieras llevando el carrito mientras yo escogía el cereal más barato.
Me costó aceptar que quería tu cepillo a la par del mío, que hasta soñaba con una desquiciada tocando la puerta porque llevaba demasiado en la ducha.
Acepté que no pasaría, que no aceptarían ellos ni vos.
Pero la carta fue leída y los términos aceptados.
Acepto que hoy no me gustan tus dientes
Ni tus uñas sin pintar y tu pelo que no se decide en ser rizado o lacio.
Acepto que odio cuando piensas que sos impredecible, que sos mas fuerte que el mundo que nos habita.
Acepto que detesto la manía que tenías de ignorarme y hacerme sentir una larva culpable.
Pero...
Te aceptaría de blanco en un altar.
Te aceptaría apunto de morir en la cama de un hospital.
Te aceptaría sin que recordarás mi cara o mi nombre.
Lo seguiría haciendo un día a la vez, aceptando en hacerte el café todos los días, aceptando ir a comprarte el mercado, aceptando pasar por Ángela después de las clases de ballet, o ir por Armandito a la casa de su amigo.
Aceptaría levantarte de la primera vez que te caigás, o maquillarte porque ya tu manos no pudiesen hacerlo.
Aceptaría tu caras, las arrugas, rompernos, repararnos, dormir con el perro, dormir en el sofá, estar con vos en vela, tu manía de ordenar excesivamente...si, acepto todo.
Si, acepto que no va a pasar.
Pero acepto que fui y soy feliz porque pasó.
Dos gotas pueden caer en un mismo mar y jamás nunca encontrarse, es un milagro de hidrógeno y oxígeno que dos caigan en el mismo lugar.
Pero también el mar es el mar y lleva el agua a ríos donde nadie imagina.
Pero el mar donde sea que vaya, lleva agua, y el agua siempre llevará gotas.
Acepto que de hora en hora me voy a acordar de vos, y te voy a guardar.
Y la vejez gota a gota me robara las memorias, pero aunque sean pocas
Conmigo vas a estar, y a vos te diré.
Ganaste...lo acepto.
Te amo aunque estuvieses loca.